La exposición "Vanguardias en Cataluña (1906- 1939)”, presentada en Barcelona en verano de 1992, en el edificio de La Pedrera, de Antoni Gaudí, pretendía ofrecer una síntesis bastante rigurosa de la historia de las vanguardias catalanas.
Aquella exposición -y aún más su catálogo- sirvió, entre otras cosas, para enfatizar las ricas y complejas relaciones entre Catalunya y las corrientes artísticas de la vanguardia histórica. Y esto en un doble sentido: por una parte, para explicar el eco que los movimientos plásticos foráneos de las primeras décadas del siglo XX tuvieron en Cataluña; por otra parte, para acentuar el papel trascendente que algunos catalanes jugaron en la vanguardia internacional de aquel período, y también en el desarrollo posterior del arte contemporáneo. Catalunya, al igual que su capital, Barcelona, no llegó a convertirse en un núcleo de efervescencia continua como lo fueron París, Berlín o Nueva York. Pero tampoco fue un lugar alejado del espíritu de la vanguardia. Muy al contrario, una serie de personajes se hicieron eco de lo que sucedía por todo el mundo en el terreno del arte y de la arquitectura avanzada. En gran parte como consecuencia de este eco, algunos pintores, escultores o arquitectos catalanes fueron capaces, más tarde, de conquistar con su obra aquellos centros de difusión de la vanguardia. Veamos algunos ejemplos.
En la imagen de arriba, el cuadro "Mujer con Madonna (1911), de Pablo Picasso.
La irrupción del arte de vanguardia en Cataluña
Las primeras muestras de dinamización del arte de vanguardia europeo se deben a la inagotable actividad del anticuario y marchante de arte Josep Dalmau. Así, en la primavera de 1912 organizó una importante exposición de arte cubista, donde expusieron, entre otros, Juan Gris, Jean Metzinger, Albert Gleizes y Marcel Duchamp.
Tiempos después, avanzados ya los años treinta, una serie de escritores, artistas e intelectuales catalanes intentó seguir esta tarea dinamizadora iniciada por Dalmau. Para ello fundaron ADLAN (Amics De L'Art Nou) y, entre otras muchas cosas, organizaron exposiciones de Joan Miró, de Alexander Calder, de Angel Ferrant, de Hans Arp y de Max Ernst; y una gran exposición de Picasso que viajó también a Madrid. En cualquier caso, este deseo de internacionalizar Catalunya que tenían algunos sectores culturales inquietos, no se demostró sólo a través de las exposiciones de artistas de renombre que se organizaban en Barcelona. También contribuyó el papel que desempeñaron algunos críticos (Sebastia Gasch, Magí Albert Cassanyes, Rafael Benet, en menor medida) y cierta prensa (con una mención especial para la revista de vanguardia L'Amic de les Arts), que pugnaron por dar a conocer el arte de ruptura en los ambientes artísticos catalanes.
En la imagen superior, el cuadro "Virgen de Montserrat" (1928), de Francis Picaba.
El arte catalán en la vanguardia internacional
Por otra parte, como ya hemos comentado, el arte catalán tuvo una importante repercusión sobre el arte de vanguardia internacional. Una serie de pintores, de escultores y de arquitectos nacidos en Cataluña -Joan Miró, Salvador Dalí, Juli González, Josep Lluís Sert, Josep Torres Clavé,...-, o formados en ambientes artísticos catalanes -Picasso, Joaquim Torres-Garcia, Pau Gargallo,...-, incidieron con una fuerza especial en las corrientes artísticas de ruptura que se desarrollaron durante el primer tercio del siglo XX.
Algunos de estos autores fueron protagonistas destacados de estas corrientes. En este sentido, el cubismo no podría entenderse del mismo modo sin la participación de Picasso.
También Joan Miró y Salvador Dalí tuvieron una participación activa y trascendental en la formulación del superrealismo, siempre partiendo, en uno y otro lado, de su Cataluña nativa. Ya fuera desde el automatismo o desde el onirismo, Miró y Dalí se han convertido en dos de los fundamentos de la pintura superrealista. Torres-Garcia, por su parte, se involucró en la abstracción geométrica a partir de su contacto con los primeros núcleos futuristas catalanes (con el pintor Rafael Barradas y el poeta Joan Salvat-Papasseit como máximos oficiantes).
En arquitectura, Josep Lluís Sert no sólo facilitó el contacto de su maestro, Le Corbusier, con Barcelona, sino que desarrolló una obra arquitectónica de envergadura, como ya hemos comentado en otras entradas.
En escultura, las aportaciones de Pau Gargallo y, especialmente, de Juli González en el trabajo escultórico con el hierro, han tenido unas repercusiones profundas y perceptibles. Es muy probable que la escultura moderna no fuera la misma sin el papel desempeñado por González.
Cataluña, pues, jugó un papel destacado en la historia de las corrientes artísticas de vanguardia, en un recorrido que, como ya hemos indicado, fue de doble sentido: acogiendo algunas actividades o algunos personajes de esta historia y dejándose penetrar por sus iniciativas; y, viceversa, generando unas propuestas que, ante la imposibilidad de cuajar en los propios sistemas artísticos catalanes, tuvieron que buscar cobijo en otros sistemas culturales más vertebrados con el espíritu de ruptura.
A pesar de esta doble circulación, Barcelona nunca dejó de ser un lugar cultural periférico, respecto de los grandes centros impulsores de la vanguardia internacional.
Su protagonismo, si se quiere, terminó siendo relativo; parece que la ciudad no supo aprovechar totalmente las ocasiones que se le habían ido presentando a lo largo de los años (el amor por la ciudad de Picasso, la exposición cubista, la presencia de Picaba, las primeras. exposiciones de Joan Miró y de Salvador Dalí, los proyectos de Le Corbusier para Barcelona,…
Pero a pesar de ser periferia cultural, Barcelona supo combatir a los núcleos culturales más normativos a través de iniciativas individuales que rápidamente se veían secundadas. Si esto no fuera suficiente para demostrar las intensas relaciones que Cataluña mantuvo con la vanguardia, sólo sería necesario recordar, como aquí hemos hecho sucintamente, la larga nómina de artistas catalanes que, actualmente, figuran en todos los manuales de arte contemporáneo. Ya sea en un sentido o en otro, en definitiva, la historia del arte del siglo XX deberá prestar una atención preferente a todo lo que Cataluña pueda aportar al conocimiento de aquello que se ha venido en llamar las vanguardias históricas.
En la imagen, el cuadro "Pájaro herido" (1928), de Salvador Dalí.
Fuente:
Minguet Batllori, J.M. (s.f.) Las vanguardias en Cataluña. Catalònia, 4-6.